martes, 6 de septiembre de 2016

Un lustro sin el transbordador espacial

Mientras usted lee estas líneas, un selecto grupo de seis personas trabaja incansablemente en el único hábitat que existe por fuera de la atmósfera terrestre, en el cual es posible la vida humana de manera permanente: la Estación Espacial Internacional (EEI).
Este milagro de la ingeniería y la ciencia, que empezó a ser construido en 1998 y es producto de la colaboración de las distintas agencias espaciales del mundo, debe buena parte de su éxito al Programa de Transbordadores, inaugurado hace más de 30 años y que esta semana cumple un lustro de su jubilación.

La construcción de la EEI es solo uno de los aportes hechos por los transbordadores a la exploración del espacio exterior. Entre sus hitos más importantes se destacan la puesta en órbita del telescopio espacial Hubble y la posibilidad de hacer después adecuaciones y reparaciones, además de las incontables misiones para proveer suministros científicos para experimentos que solo pueden ser llevados a cabo en la ingravidez del espacio. (Lea también: El fin de los históricos viajes tripulados al espacio)
Julián Arenas, asesor del programa de ingeniería aeroespacial de la Universidad de Antioquia, explica que el transbordador “era la nave aeroespacial por excelencia, pues reunía las características de los diferentes vehículos que se utilizan tanto en la atmósfera como en el espacio; funcionaban como un cohete para la fase de puesta en órbita alrededor de la Tierra y operaban como una nave espacial en su vuelo por el espacio y en su fase de regreso a la Tierra”.
Arenas asegura que los transbordadores (una flota de cinco naves orbitales y dos suborbitales) fueron concebidos para cumplir dos objetivos principales: llevar astronautas y carga a órbita alrededor de la Tierra.
De este modo se dio respuesta a una necesidad que surgió después del programa Apolo, que era disminuir los costos de las misiones espaciales. “Cuando el programa Apolo de la Nasa, que puso hombres en la superficie de la Luna, terminó a principios de los años 70 –dice Arenas–, la Nasa ya venía considerando construir una nueva generación de vehículos espaciales reutilizables que eliminaran los grandes costos que implicaba estar haciendo lanzamientos con cohetes descartables”.

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