martes, 30 de agosto de 2016

¿A qué huele el espacio?

El comienzo de la semana estuvo marcado por los homenajes a Yuri Gagarin, el cosmonauta soviético que el 12 de abril de 1961 confirmó, al convertirse en el primer ser humano en viajar al espacio exterior, que el cielo ya no sería nunca más el límite para nuestra especie.
Aunque a estas alturas el listado de personas que han salido de la Tierra suma más de 500, aún luchamos contra el hecho de que no estamos fabricados para ir al espacio.

Se necesita una compleja tecnología para superar los inconvenientes que se presentan durante un viaje de este tipo, como la posibilidad de respirar en el espacio. De hecho, la terrestre es la única atmósfera, descubierta hasta el momento, que permite a los humanos respirar.
Pese a ello, hay formas de saber qué olores hay allí afuera. En los viajes espaciales, al estar de regreso en la nave, por ejemplo, los astronautas pueden percibir los aromas que desprenden sus trajes y herramientas después de estar expuestos a ese ambiente.
Varios astronautas coinciden en que huelen a metal caliente, a humo de soldadura de soplete y, sí, a una parrillada que incluya una carne asada, aunque un tanto chamuscada.
La combinación de estos olores puede llegar a ser desagradable. Muchas veces, el hedor ha provocado náuseas y vómito en los técnicos en la Tierra.
Los responsables son los hidrocarburos policíclicos aromáticos (HPA), grandes moléculas basadas en el carbono e hidrógeno que se originan por la acumulación de hidrocarburos más pequeños.
En nuestro planeta es común encontrarlos en combustibles fósiles y son poco apreciados, pues se trata de contaminantes orgánicos que incluso salen por los exostos de los carros y en el humo del cigarrillo. En el universo, este tipo de moléculas se encuentran en el medio interestelar, en cometas y en meteoritos, y se sospecha que probablemente son componentes básicos en el origen de la vida.
Los HPA ‘flotan’ por el espacio libremente y se adhieren a los trajes de los astronautas durante los paseos espaciales. Pero en realidad allí afuera hay una gran cantidad de aromas muy diversos, como el olor a pólvora quemada que reportaron los tripulantes del Apollo 17 en su viaje a la Luna, o a ron, que tendría una nube de polvo cerca del centro de la galaxia, en donde se descubrió recientemente el formiato de etilo.
También hay que sumar la variedad de olores que tendrían las nubes moleculares (nebulosas), y entre los que pueden encontrarse desde el dulzón aroma del azúcar hasta el muy desagradable de huevo podrido, dado su alto contenido de azufre.
Pensar en los olores del universo es una forma diferente de experimentar nuestro contacto con él.

La radiación espacial podría dañar el cerebro de los astronautas

Que las personas vuelen en el espacio profundo, como Marte o un asteroide, es uno de los mayores deseos de la NASA, pero una investigación apunta a que la exposición a las radiaciones puede provocar daños permanentes en el cerebro.
Las consecuencias de la exposición prolongada a las radiaciones, daños en el sistema nervioso central y pérdida de capacidades cognitivas, fueron observadas en ratones de laboratorio, dijeron miembros de la Universidad de California.

Investigadores expusieron a los roedores a partículas altamente cargadas de energía, similar a las radiaciones cósmicas con las que se encontrarían los astronautas durante sus vuelos en el espacio.
"No es una noticia positiva para los astronautas embarcados en viajes de dos a tres años a Marte", dijo el autor principal del estudio, Charles Limoli, profesor de radiación y oncología en la Escuela de Medicina de la UCI.
"La reducción de la capacidad de trabajo, los déficits de memoria y la pérdida de conocimientos, así como las dificultades de concentración durante los vuelos en el espacio podrían afectar a las actividades esenciales de la misión", explicó, añadiendo que "estas radiaciones cósmicas podrían alterar las capacidades cognitivas de los astronautas durante toda su vida".
Actualmente, los astronautas rotan por períodos de unos seis meses en la Estación Espacial Internacional (EEI).
En marzo, el astronauta estadounidense Scott Kelly y el cosmonauta ruso Mijail Kornienko empezaron la primera misión de un año en el punto de investigación en órbita para probar el impacto de vuelos espaciales más largos sobre el cuerpo y la mente humanos.
La NASA intentará mandar personas a Marte en la década de 2030, pero los escépticos dicen que la tecnología está muy lejos de estar lista. Tampoco está claro si un viaje de estas características sería seguro para las personas.
La investigación, publicada en la revista estadounidense Science Advances, expuso a roedores de laboratorio a partículas cargadas de radiación durante seis semanas en el Laboratorio de Radiación Espacial de la NASA del Laboratorio Nacional de Brookhaven.
Este oxígeno y titanio completamente ionizados provocaron a los ratones inflamaciones cerebrales que interrumpían la transmisión de señales entre neuronas, dice el estudio.
La radiación perjudicó la red de comunicación cerebral, interfiriendo en la capacidad de las células nerviosas de transmitir señales.
"Como una bala, las partículas cargadas golpeaban las ramificaciones de las células dendríticas y provocaba su rotura", dice el estudio.
"Es conocido que la pérdida de las ramificaciones dendríticas está vinculada con la disminución cognitiva del Alzheimer y otras enfermedades", agregó.
Otras pruebas mostraron también que los ratones irradiados tenían poca capacidad de aprendizaje y de memoria y tenían tendencia a la confusión, en comparación con ratones normales.
"Los animales expuestos a radiación no tenían curiosidad (y eran menos activos) en nuevas situaciones y eran más fáciles de confundir", dice el estudio.
"Si los cambios neuronales ocurren en ratones también ocurren en astronautas, su respuesta a situaciones inesperadas y su habilidad para razonar en el espacio y para memorizar información puede verse dañada", agrega el estudio.
Problemas mentales similares podrían tomar meses en desarrollarse en humanos, pero cualquier misión a Marte tomaría probablemente al menos un año y medio, y probablemente más.
Vivir en la Estación Espacial Internacional no es tan peligroso. La plataforma gira alrededor del planeta a una altura que todavía está dentro de la magnetosfera que protege la Tierra.
En consecuencia, los astronautas no se ven bombardeados por radiaciones cósmicas que existen en el espacio profundo, remanentes de explosiones pasadas conocidas como supernovas.
Charles Limoli forma parte del Programa de Investigación Humana de la NASA, que está demostrando que la radiación espacial afectaría a los exploradores del espacio profundo.
El investigador dijo que la nave espacial podría incluir protección adicional en algunas áreas, pero que esas partículas altamente enérgicas persisten "y realmente no hay forma de escapar a ellas".

Lo que le pasaría si se quita el casco en el espacio

Cientos de películas han recreado el escenario de lo que pasaría si un astronauta se quita el casco cuando está en el espacio. Pero pocas se han acercado a la realidad.
Si un astronauta decidiera quitarse el casco en el vacío, pasaría por un calvario que se puede resumir en nueve puntos, según Discovery News.

En primer lugar, y de inmediato, todo el aire que tenía en los pulmones sale disparado con más fuerza que un estornudo. Los alveolos pulmonares se rasgan durante el proceso causándole mucho, mucho dolor.
Unos segundos después, el astronauta empieza a experimentar los efectos de la anoxia; es decir, la falta total de oxígeno en las células. También defecaría de inmediato, como pudo comprobar la Nasa cuando expuso a un centenar de perros al vacío y comprobó que sus intestinos se vaciaban al momento.
Luego, el astronauta se da cuenta de que sus orificios nasales están muy secos y su saliva está “hirviendo”, pero no está caliente. Como explica la ley de Boyle, cuando la presión disminuye, el volumen aumenta; en el vacío no hay presión, así que el agua se convierte en un gas inmediatamente (aunque la temperatura no suba).
La piel, por su parte, se pondría muy tensa; una rigidez incluso dolorosa. El cuerpo se hincha por completo, pero no explota como se ve en las películas. Se inflama, hasta que la tensión de la piel se iguala con la tensión exterior.
El sistema circulatorio es un circuito cerrado, así que cuando baja la presión arterial porque los vasos sanguíneos se expanden, la sangre de las venas entra en ebullición, según, de nuevo, la ley de Boyle. Esto ocurre también en los ojos, pero estos no se saldrían de sus órbitas.
Enseguida, las burbujas de gas en las arterias del astronauta podrían bloquear la correcta circulación de la sangre, lo cual puede ser mortal de muchas maneras distintas.
En el espacio el astronauta está expuesto a radiación cósmica de todo tipo, pero si puede observar el Sol, eso quiere decir que está muy cerca de la estrella y entonces se quemará inmediatamente, debido a los rayos ultravioletas (UVA) que impactarán contra su piel, pues no cuenta con la protección de la atmósfera. Primero se quema el pelo, las cejas y el vello de cualquier tipo.
Si el astronauta está en la sombra, entonces probablemente se encuentre a cientos de grados bajo cero. Pero no se congelaría, ya que el calor necesita algo adonde transferirse, y cuando se está en el vacío no puede irse a ningún lado, así que se mantiene en el cuerpo.
El astronauta se quedaría inconsciente en 15 segundos. Lo sabemos por los estudios que se han realizado con chimpancés y por los errores que han cometido los humanos en el espacio o en cámaras de vacío en la Tierra. Solo 15 segundos tarda la sangre sin oxígeno en llegar al cerebro y dejarlo inconsciente.
Después el astronauta se quedaría flotando en el espacio, hinchado y con la sangre en ebullición, pero con el corazón todavía latiendo. Sus compañeros tendrían hasta 3 minutos y medio para rescatarlo con vida: es el tiempo máximo que sobrevivió, sin secuelas, uno de los chimpancés usados en las pruebas.

La composición de ciertos minerales de la superficie lunar evidencia que existe agua en el interior del astro, según sugieren nuevas investigadores de la NASA


Así, gracias a los datos recogidos por la 'Moon Mineralogy Mapper' de la NASA (M3), instrumento que porta la nave espacial 'Chandrayaan-1' de la Organización de Investigación Espacial de la India que obtiene el mapa minerológico del astro, se ha encontrado una cantidad significativa de hidroxilo, que se obtuvo al separarse un átomo de hidrógeno de agua procedente de debajo de la superficie lunar", según ha explicado uno de los geólogos participantes de la Universidad de Física Aplicada Johns Hopkins, Rachel Klima.
El estudio, publicados 25 de agosto en la revista Nature Geoscience, ha analizado la composición de las rocas del cráter lunar 'Bullialdus', que tienen la peculiaridad de que "normalmente se encuentra muy por debajo de la superficie" pero que tras el impacto del meteorito que formó el cráter quedaron al descubierto.
Según ha indicado la organización, ya se conocía la existencia de hidroxilo en las rocas recogidas por la nave Apolo y en los polos lunares, pero al ser minerales muy expuestos se supuso que el agua de la que procedía vino de la Tierra o había sido traída por el viento solar.

¿Sabía que cráter lunar y 2 asteroides tienen nombres de colombianos?

Fuera de nuestro planeta, en la inmensidad del universo, existen tres objetos que llevan los nombres de tres colombianos: el cráter de la Luna Julio Garavito Armero y los asteroides Antonio Bernal y Jorge Zuluaga.
Los tres, reconocidos astrónomos. Pero los nombres de los objetos celestes no están únicamente asignados para quienes estudian el cosmos ni para científicos. Hay asteroides, por ejemplo, bautizados como escritores (Kafka), como músicos (McCartney, por el Beatle), deportistas (Pelé) y hasta religiosos (Ratzinger, por el papa Benedicto XVI).

Y no es por moda o por capricho que llevan esas identidades. Jorge Zuluaga, jefe del pregrado de Astronomía de la Universidad de Antioquia –único en el país–, y quien tiene un asteroide con su nombre desde mayo del 2014, explicó que desde tiempos históricos los astrónomos, para organizar el cielo y orientarse, pusieron puntos de referencia con alguna identidad.
“Los antiguos, esencialmente, nombraron estrellas, grupos de estrellas y los planetas. Esto se extendió hasta el presente, un poco para identificar objetos de manera individual y también por mantener esa tradición astronómica”, señaló el astrónomo, quien participara en comunicado la Astronomía para el publico, el evento mas grande de su tipo en el mundo, que se realizara en  mdellin.
Y aunque hoy ya no es necesario hacerlo –agregó–, a todo se le pone nombre: a las supernovas, las galaxias, las estrellas, los asteroides, los cometas…
Pero no es un tema simple. Existen organismos que se encargan de revisar y aprobar los nombres que se postulan, y hay reglas para distintos cuerpos celestes. “En general, todo lo que se ve en el cielo tiene un nombre aburrido. Yo lo llamo el número telefónico, porque son números y letras que les dan los astrónomos a lo que observan, y que deben poner en listas”, dijo Zuluaga.
En su caso, el asteroide que lleva su nombre tenía la siguiente denominación original: 2003FZ128. Hoy, mantiene un código que precede su nombre: 347940 Jorge Zuluaga.
Reglas para cometas, asteroides y exoplanetas
Con los nombres propios –explicó Zuluaga– hay reglas para cometas, asteroides y planetas extrasolares o exoplanetas –los que están fuera del sistema solar–.
“La regla de los cometas es que reciben el nombre de su descubridor. Un ejemplo muy conocido es el Hale-Bopp, que son los apellidos de los descubridores, Alan Hale y Thomas Bopp”, señaló el astrónomo.
Lo particular es que cometas como Catalina, que se pudo observar a simple vista en la Tierra en enero pasado, lleva el nombre del telescopio que lo descubrió. No siempre son personas.
En el caso de los asteroides es distinto. Lo primero es que ningún descubridor puede ponerle su nombre. “Lo que tiene que hacer es mandar una solicitud formal al Centro de Planetas Menores de la Nasa y decirle el nombre que le quiere poner, pueden ser personas, ciudades o países, que es lo más común, y justificar por qué”, añadió Zuluaga. Ese fue su caso. El astrónomo venezolano Ignacio Ferrín fue quien lo detectó y postuló el nombre de su colega, como reconocimiento a su trabajo.
Con los exoplanetas todo empezó el año pasado, a través de una convocatoria de la Unión Astronómica Internacional. Ninguno, antes del 2015, tenía un nombre ‘normal’. “Llevaban el de la estrella que orbitaban, como el 51Pegasi B, que fue el primer exoplaneta descubierto”, explicó Zuluaga.
Colombia intentó que uno de esos ‘mundos’ fuera del sistema solar tuviera identidad nacional. En el concurso de la Unión Astronómica, la regla fue que se tratara de nombres asignados por una comunidad de personas. Las propuestas enviadas y aceptadas tenían que ver deidades indígenas. Al final, fue imposible derrotar a Cervantes y Galileo, como fueron nombrados.
Recientemente han surgido iniciativas a través de redes sociales que plantean nombrar a la Luna o cobrar por ponerle el nombre de una persona a los cráteres de Marte. Y pese a que la Unión Astronómica y el Centro de Planetas Menores de la Nasa se han encargado del tema, siempre ha habido una discusión en torno a quién tiene el derecho de ponerles nombres si el cielo es de todos.
“Estas son autoridades de astronomía, no de nombres. Ellas definen estándares astronómicos, que son muy importantes para que nos podamos entender. El tema de los nombres es secundario, pero lo importante es que literatura científica, es decir los artículos y libros de ciencia, utilizarán siempre los estándares de los profesionales de la astronomía, no los de una comunidad particular ni de un grupo de Facebook”, agregó.
Pero el poder de las redes hoy mueve al mundo y Zuluaga no descartó que de levantarse un movimiento masivo en ellas, los astrónomos podrían terminar cediendo. “Se conocen unos 600.000 asteroides, de los cuales solo 60.000 tienen nombre, por lo que aún hay oportunidad de tener más colombianos ilustres en el espacio”, remató.

LA AGENSIA ESPACIAL DE RUSIA ADVIERTE SOBRE EL INMINENTE IMPACTO DE UN ASTEROIDE DE 400 METROS CONTRA LA TIERRA, PERO LA NASA LO NIEGA:¿QUIEN TIENE RAZÓN?

La versión emitida por la Agencia Espacial de Rusia, que alerta sobre el riesgo de impacto contra la Tierra del asteroide 2014 UR116, de unos 400 metros de diámetro y descubierto a finales de octubre por el Observatorio ruso de Kislovodsk, fue desmentida por la Agencia Espacial de Estados Unidos (NASA).
El Programa de Objetos Cercanos a la Tierra de la NASA aseguró que el asteroide, si bien tiene un período orbital de tres años alrededor del Sol y vuelve a la vecindad de la Tierra periódicamente, no representa una amenaza para nuestro planeta, ya que su trayectoria es lo suficientemente alejada de la órbita terrestre.
La Agencia Espacial de Rusia había publicado en su página web el resumen de un documental llamado Ataque asteroide, del astrofísico Vladimir Lipunov, quien descubrió el asteroide. A través del video, de tono apocalíptico, pueden verse imágenes del gigantesco estallido producido por el impacto del meteoro que cayó sobre Rusia en 2013.
Mientras tanto, el director del Centro de Planetas Menores en Cambridge Massachusetts recalculó la órbita del asteroide a través del sistema Sentry, desarrollado por el Jet Propulsion Laboratory de la NASA, y terminó por descartar cualquier posibilidad de impacto entre el asteroide y la Tierra (o cualquier otro planeta), al menos en los próximos 150 años.

Programada para 2016 una misión de la NASA para tomar muestras de un asteroide

Los directores de la misión han anunciado que la NASA lanzará en 2016 una nave espacial para visitar un asteroide cercano a la Tierra.
La misión, denominada OSIRIS-REx(Origins Spectral-Interpretation Resource-Identification Security Regolith Explorer), será la primera de Estados Unidos que recogerá y llevará a la Tierra muestras de un asteroide.
La misión OSIRIS-REx fue seleccionada entre tres proyectos que optaban a obtener la financiación del Programa New frontiers de la nasa, cuyo objetivo es diseñar misiones con naves no tripuladas para comprender nuestro sistema solar.
Los proyectos que no pasaron el corte fueron una misión de recogida de muestras de la cara oculta de luna y una misión a la superficie de Venus. Ambas podrían volver a competir en la siguiente selección de New Frontiers.
Paul Hertz, científico jefe del Science Mission Directorate de la NASA, ha afirmado hoy en una reunión informativa que la agencia espacial estadounidense ha decidido financiar la misión OSIRIS-REx con aproximadamente mil millones de dólares debido a que sus objetivos científicos son más viables en términos de coste y gestión.
Por otra parte, Charlie Bolden, administrador de la NASA, apuntó que la misión OSIRIS-REx será un elemento clave en el programa del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para enviar misiones humanas al espacio profundo.
«Las misiones robóticas como ésta son las que preparan el terreno para futuras misiones tripuladas a asteroides u otros destinos en el espacio profundo», comentó Bolden en un comunicado de prensa.
La misión busca estudiar el origen de la vida
OSIRIS-REx se dirigirá al asteroide 1999 RQ36. 
Esta roca espacial de 575 metros de diámetro orbita a una distancia de entre 133 y 203 millones de kilómetros del Sol y atraviesa unos 450.000 kilómetros de la órbita de la Tierra.
Según Michael Drake, director del Lunar and Planetary Laboratory de la Universidad de Arizona y principal investigador de la misión OSIRIS-Rex, lo que más motiva al equipo científico es que este asteroide rocoso y rico en carbono es como una cápsula del tiempo de la formación del sistema solar hace 4,5 mil millones de años.
«Los planetas grandes como el nuestro se esterilizan a sí mismos, porque se han fundido repetidas veces al formarse», dice Drake. «Sin embargo, aquí tenemos animales, árboles, hierba… lo orgánico ha tenido que venir de algún sitio».
Gracias a otros estudios con satélites y sobre el terreno, los científicos creen que RQ36 es rico en moléculas orgánicas, aunque no sabemos todavía de qué tipo.
Observando de cerca al asteroide y tomando muestras originales, los investigadores esperan responder al interrogante de si asteroides similares podrían haber dejado en la tierra los cimientos para la vida orgánica.
La misión será televisada
Está previsto que la nave espacial OSIRIS-REx alcance RQ36 en 2019 y estudie el asteroide durante un año con varios instrumentos que incluyen cámaras ópticas e infrarrojas, una espectómetro de emisión termal y un LIDAR.
Los datos que se recojan proporcionarán información nueva a los científicos sobre la forma y composición mineral del asteroide y sobre el llamado efecto Yarkovsky, el «empujoncito» provocado cuando un objeto absorbe la luz del Sol y emite el calor resultante. 
Con el tiempo, estos «empujoncitos» pueden afectar enormemente a la órbita de un asteroide, lo que es de gran importancia para los científicos a la hora de calcular el riesgo de impacto de los asteroides que pasan cerca de la órbita de la Tierra.
A los seis meses del lanzamiento de la misión, el equipo científico de OSIRIS-REx escogerá un punto de RQ36 para la toma de la muestra, que será extraída por el brazo de la nave. Se espera que la muestra sea de más de 56 gramos de material.
La nave regresará a la Tierra en 2023 y enviará la cápsula con las muestras para que aterrice en el Centro de Ensayo y Entrenamiento de Utah. Si todo sucede según lo planeado, el cuerpo principal de la nave tendrá combustible suficiente para ser redirigido a otras misiones no anunciadas todavía.
Aunque seis años parecen muchos para esperar a ver el éxito de la misión, sus directores recalcan que obtendrán información muy valiosa cuando OSIRIS-REx alcance el asteroide.
A su llegada, además, la nave comenzará a enviar «vídeos de gran calidad y casi a tiempo real de lo que se estará haciendo, incluso de la toma de muestras», comentó Drake.
«Vamos a retransmitirlo para que sea como si el público formara parte de la misión».