viernes, 9 de septiembre de 2016

Agua marciana

A finales de los años treinta, cuando la Segunda Guerra Mundial empezaba a tomárselo todo, aquella adaptación radial de La guerra de los mundos –ideada por Orson Welles– creó cierto pánico en algunas calles de Nueva York con la noticia falsa de que la Tierra estaba siendo tomada por los marcianos. En los cincuenta, cuando el cine de serie B andaba de moda y la Guerra Fría propagaba su paranoia de hemisferio a hemisferio, se pronunció la sospecha de la vida en otros planetas como una frase ominosa: “No estamos solos en el universo...”. Hoy, luego de que la Nasa no solo ha confirmado que la mitad de Marte fue un océano profundo, sino que hay evidencias de que sigue habiendo corrientes de agua líquida en la superficie del planeta rojo, la noticia se ha recibido con mucha más calma.

Se ha recordado, por supuesto, que el agua es una condición para la vida, un primer escalón, pero, antes de que comience a ponerse en escena la mitología y la ciencia ficción emita un “se lo dije...”, se ha corrido a aclarar que el descubrimiento de estas corrientes saladas –que, según dijeron los científicos, crecen durante los meses más cálidos– no prueba necesariamente que haya vida en Marte. “Determinar la presencia de agua líquida es un paso para establecer que la superficie de Marte es un lugar que puede ser habitado”, declaró, en rueda de prensa, la investigadora Mary Beth Wilhelm. Pero en el 2020 se enviará un robot en busca de señales de vida. Y el objetivo final, luego de determinar que no se contaminará ninguna superficie en el proceso, es el de enviar una misión tripulada.

Ha sido un año lleno de noticias del espacio: desde la reivindicación de Plutón hasta el descubrimiento de que Marte “no es el planeta seco y árido que pensábamos en el pasado”. El resultado es de cierto modo una lección de humildad: una demostración de que el hombre no ha dejado de emprender las más grandes expediciones –en busca, quizás, de una experiencia que le devuelva al planeta cierta hermandad, cierta identificación–, pero también un recordatorio de que el horizonte de la humanidad está lejos de ser conquistado.

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