Tras cumplir con el objetivo de poner un hombre en la Luna, mediante su programa Apolo en 1969, la Agencia Espacial Estadounidense (Nasa, por sus siglas en inglés) se propuso abaratar los costos de cada una de las misiones espaciales que se tenían planeadas para el futuro; la respuesta fue el Programa de Transbordadores, que desarrolló vehículos de exploración que eran parcialmente reutilizables.
Esta semana se cumplen cinco años de la jubilación de este exitoso programa, que tuvo dentro de sus hitos más importantes la puesta en órbita del telescopio espacial Hubble y su aporte para la construcción de la Estación Espacial Internacional. A los transbordadores se les recuerda también por los accidentes de dos de las cinco naves de su flota, el Challenger (1986) y el Columbia (2003).
Sobre el transbordador, Julián Arenas, asesor del programa de Ingeniería Aeroespacial de la Universidad de Antioquia, explica que este “era la nave aeroespacial por excelencia, pues reunía las características de los diferentes vehículos que se utilizan tanto en la atmósfera como en el espacio; funcionaban como un cohete para la fase de puesta en órbita alrededor la Tierra y operaban como una nave espacial en su vuelo por el espacio y en su fase de regreso a la Tierra”.
Este viernes a las 10 de la mañana, Santiago Vargas, Ph. D. en Astrofísica y profesor investigador del Observatorio Astronómico Nacional, hablará en directo sobre la importancia de este proyecto y el legado que le dejó a la exploración espacial, que empieza a ser dominada por aempresas privadas como SpaceX y Boeing.
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